lunes, 20 de agosto de 2012

UNA MIRADA A "DEL OFICIO DEL MAESTRO" - Oscar Saldarriaga


CAPITULO I

La pedagogía Pestalozziana, en Colombia (1875-1847), anteriormente, se consideraba como conservadora, siendo ésta un recurso para mejorar la enseñanza de la gramática; pero después es considerada “objetiva” por los liberales, ya que deciden establecer ésta como un Modelo Pedagógico Universal. Lo cual, hace considerar que la Educación en Colombia, en el devenir de la historia, dependía del partido Político que estuviese al mandato, puesto que eran éstos quienes decidían cómo, cuándo, por qué y a quiénes brindar la educación; además definían si era gratuita o si era exclusiva de una élite.

Sin embargo, se habla de formar un niño activo, en una escuela alegre, con maestros amorosos y dotados de conocimientos científicos sobre la infancia; haciéndose urgente comprender lo que era hacer escuela y formar niños activos; es allí cuando Pestalozzi[1] es considerado “el padre de la Pedagogía Moderna”, planteando una formación integral del niño; es decir, iniciar un ser observador, positivo, que valore sus actos. Consiguientemente se vio una transformación en la educación en Colombia, pasando de un sentido empírico a un sentido crítico, considerando la infancia, como una nueva dimensión de la subjetividad, un nuevo objeto de saber, que permite que el proceso de enseñanza-aprendizaje se desarrolle a través de la observación y la experimentación.

CAPITULO II

Las tradiciones, los conceptos, las experiencias y los relatos de una sociedad, atienden a un saber pedagógico, distinguido por el devenir histórico de las prácticas educativas, que han sido definidas por un orden político-económico, en un intento por reorientar la mirada pedagógica de Colombia y el mundo.

En este sentido, es donde se comprende que la situación actual (globalización), ha transformado el derecho del pueblo de regirse a sí mismo, por expresar lo que se desea a otros, para que éstos sean quienes los gobiernen; haciéndose responsable de la forma organizativa que utilizan los miembros de la sociedad. Lo cual, nos hace notar que en el discurso oficial que maneja la globalización, se obedece más que nada a una praxis de la independencia por la dependencia.

Consiguientemente, hay que advertir la posibilidad o imposibilidad de establecer una educación alejada de la política, ya que somos seres humanos que vivimos en conjunto, atendiendo a un objetivo común. Así, la formación es un derecho de todos que debe ser asegurado, pero ello, implica fundar unas condiciones favorables, en un sentido político-económico, que respalden el buen desarrollo de ésta.

Sin embargo, hoy por hoy, la enseñanza tal parece que ha pasado de un lugar privilegiado a uno secundario, dando paso a la racionalidad del capital y de una inversión específica a costos en un bienestar individual y no colectivo. Siendo atendida bajo una óptica diferente y forzándola a modernizarse, pretendiendo hacer más con menos.

Por tanto, todo éste saber pedagógico, que parte de un orden social y obedece a una disposición política-económica, emana el esfuerzo de una colectividad por comprender cuál es el sentido de la educación, y generar múltiples respuestas en torno a ello, como: instruir o guiar, aconductar, disciplinar y formar, entre otras.

Lo cual me impulsa, un deseo de discernir ¿Qué debe ser de la educación?, ¿Debe la educación responder a un mandato político, o debe propiciar la formación, pensándola como algo independiente?

CAPITULO III

Constantemente, vemos que el maestro se enfrenta ante una disyuntiva que parte del rol asignado y el saber pedagógico, las cuales propician una formación en subjetividad; entiéndase ésta como las percepciones basadas en el punto de vista de un sujeto, influido por sus intereses y deseos particulares.

Es por esto, que la propuesta más innovadora en la educación, apunta a que el maestro promueva la construcción del conocimiento, resignificando la labor docente en una tarea de creatividad científica, la cual vincule el saber y las tecnologías de organización.

Sin embargo, una buena educación no depende únicamente de la implementación de un modelo pedagógico, sino que concibe un análisis de los modelos pedagógicos ensayados; logrando conocer cómo los componentes estructurales de la práctica pedagógica moderna se han venido superponiendo sobre la escuela y sobre el maestro en nuestro país.

Por tanto, se hace necesario que el maestro aborde la formación de la ética de la infancia y comprenda los modos de castigar o disciplinar a los niños, pues los avances en las teorías pedagógicas dejan de tener el mismo ritmo que los cambios en las técnicas disciplinarias dentro de la escuela, los cuales arrojan como resultado: crisis de ética y vacío de valores.

Consecuentemente, existe el riesgo de considerar al maestro como una ‘víctima’ del sistema, y el folklorizar la historia. Si bien, estos dos aspectos, deben tener un cierto equilibrio, ya que ayudan a convertir las contradicciones en condiciones de posibilidad que en la mayoría de los casos ayuda a renovar el acto pedagógico.

Por consiguiente, debe existir una relación mutua entre saber y técnicas, no es de teoría a práctica. Y -diré que el saber pedagógico, al cabo de todas estas innovaciones, orienta a explorar zonas cada vez más íntimas de la subjetividad, como si avanzara, por así decirlo, a saltos cualitativos, pasando por niveles teóricos y epistemológicos- (Saldarriaga, 2003). Pues, “la educación es una libertad, la pedagogía una forma de producir libertad, y tanto la educación como la pedagogía han de preocuparse […] de transformar sujetos. No producir sujetos, sino llevarlos a procesos de transformación de su propia subjetividad”[1].






[1] FOUCAULT, Michel. “HERMENÉUTICA DEL SUJETO” 1994.  


[1] PESTALOZZI, Johann Heinrich. Pedagogo suizo, reformador de la educación del siglo XVIII, nacido en Zurich en 1746, fallecido en Brugg en 1827.

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