1.
Consideración
Inicial
2.
¿Cuál es el
maestro que necesitamos?
3.
Desarrollar
un proceso de investigación
4.
Tradiciones,
Conceptos y Experiencias
5.
Desde un Saber
Pedagógico
6.
Y ¿Dónde
queda la familia?
1.
CONSIDERACIÓN INICIAL
Son
pocos los casos, en los cuales encontramos un maestro que a pesar que no es su
vocación entra a la escuela por necesidad pero asume su rol, con tanta
profesionalidad hasta producir cambios significativos en sus estudiantes, sin
importar los insultos, rebeldías; por el contrario, opta por cambiar las estrategias
hasta lograr que los jóvenes cambien de actitud y sea personas dignas de respetar,
amar, sonreír y desenvolverse en comunidad.
2.
¿CUÁL
ES EL MAESTRO QUE NECESITAMOS?
Evidentemente, hemos de notar
que la intención de la sociedad no es presentar al maestro como el educador
ideal, al desvalorizar su labor como la fuente de conocimientos y saberes
latentes para la formación ética, estética e intelectual de los alumnos. Viéndose
ésta afectada día a día y claramente subestimada como un continuo
adiestramiento regido por un transmisor de conocimientos (docente) enviado a un
receptor (alumno); lo cual provoca una enorme connotación al presentar
altibajos a lo que se le ha llamado la educación “moderna”, al intentar generar un modelo activo tanto
para los maestros, quienes se convertirán en orientadores y promotores de
cambios positivos; como para los estudiantes, cuyos aportes contribuirán a un
pleno proceso de formación y desarrollo cognoscitivo.
Entonces, “¿Qué debemos hacer
primero, cambiamos el sistema de enseñanza para educar bien o educamos bien
para cambiar el sistema de enseñanza? Si esperamos a cambiar el sistema de
enseñanza necesitamos hacer toda una modificación en las estructuras a escala
general, en cada centro educativo. Va a llevar más tiempo. Si empezamos por la
segunda opción, educando al niño a conciencia, trabajando valores y principios,
le estamos dando la oportunidad de afianzar su seguridad personal, de levantar
su autoestima y quererse a sí mismo; de acrecentar su nivel de solidaridad y de
compromiso, de aprender a convivir, de ser responsable y de dedicar su vida a
servir y ayudar a la humanidad. Logrando esto, seguramente cambiaremos el
sistema de enseñanza”[1].
Por tanto, se debe educar al
niño para encontrar su propio ser, a tener seguridad y no temer a ser líder de
sí mismo. Fomentando en él, un sentido que le permita enfrentar y reflexionar
las diversas situaciones que se afrontan en la vida, no limitándose a actuar de
una manera lógica y metódica.
El maestro que se necesita,
enseña a sus aprendices a ver el lado bueno de los hechos ocurridos, a resaltar
lo más importante de cada experiencia, a aprender a perder y a correr riesgos
transformando sus sueños en realidades. “La educación necesita tanto de
formación técnica, científica y profesional como de sueños y utopía”[2].
Por ello, cabe resaltar, que
un buen docente, explora nuevas posibilidades para reemplazar estos métodos
ambiguos, arcaicos y, sin duda, de poco interés para los estudiantes;
pretendiendo, también, construir y avivar la creatividad y espontaneidad de
ellos, fomentando transformaciones a partir de los hechos que presencian en los
variados contextos socioculturales, que sirvan al estudiante “no solo para que
aprenda algo que no sabía, sino hacer de él, alguien que no existía”[3].
Además, la educación debe
pasar del tradicional discurso al ambiente educativo, entendiéndose esto como
una amplia red de relaciones humanas, que propician el aprendizaje colectivo
por medio de la creación de condiciones en las cuales cada uno pueda explorar
intereses, habilidades, aptitudes, capacidades y preguntas.
“La educación sale de sistemas
autoritarios rígidamente jerarquizados y se convierte en una organización dinámica
y flexible con amplios sistemas de participación. El tiempo deja de ser una
norma rígida a la cual deben plegarse el juego, el trabajo, la relación humana,
y se convierte en algo que debe ser ordenado y distribuido para el logro de
unas metas fijadas. El espacio también adquiere una nueva dimensión, en tanto
que no sigue siendo un confinamiento sino que se vuelve un punto de partida
para la exploración intelectual y social”[4].
Asimismo nosotros como futuros docentes debemos buscar estrategias que les
permitan a nuestros alumnos reconocer en nosotros su ejemplo a seguir, donde
los actos valen más que mil palabras y
por medio de ellos ayudarles a desenvolverse en el mundo que los rodea.
3.
DESARROLLAR
UN PROCESO DE INVESTIGACIÓN
Se proponen los problemas de investigación, como unos derivados de la complejidad del acto
educativo, que exigen a su vez estrategias,
métodos viables y aplicables para su resolución, en pos del reconocimiento
de las potencialidades y necesidades específicas en las que se desenvuelve su
entorno. No obstante, Eloísa Vasco sustenta que: ese componente investigativo
en la actualidad, se percibe como un proceso complejo y fuera del alcance de la
labor del maestro en el medio en el que interactúa, estableciendo una disyunta
en su actuar: o se es maestro o se es investigador.
Consecuentemente, para la producción del saber pedagógico a
partir de una práctica reflexiva, el docente puede “arriesgarse” a plantearse
interrogantes, dudas y retos, que le permitan fijar su mirada en su quehacer;
Por esto se designa el tipo de investigación que se propone para el maestro,
con el término de "investigación en el aula"; puesto que el aula es
el ámbito natural de su actividad profesional, social y académica.
Por lo tanto, en relación con las anotaciones precedentes,
se plantea la necesidad de fortalecer la presencia de profesores capacitados y
deseosos por desarrollar en su aula un ambiente reflexivo dentro de los
diferentes contextos educativos, que se preocupen no solo por el cumplimiento
de los lineamientos y contenidos curriculares establecidos por profesionales
desvinculados al quehacer docente, sino por la innovación e investigación
educativa, en búsqueda de su autoformación como profesionales competentes. Un maestro-investigador rompe
con ese esquema de la investigación como un proceso complejo y admite que la
investigación inicia por y para las problemáticas existentes en el aula, donde
las interrogantes que se formulan y los resultados que se obtienen repercuten
día a día en su entorno.
4.
TRADICIONES, CONCEPTOS Y ESPERIENCIAS
Las tradiciones, los
conceptos, las experiencias y los relatos de una sociedad, atienden a un saber
pedagógico, distinguido por el devenir histórico de las prácticas educativas,
que han sido definidas por un orden político-económico, en un intento por
reorientar la mirada pedagógica de Colombia y el mundo.
En este sentido, es donde se
comprende que la situación actual (globalización), ha transformado el derecho
del pueblo de regirse a sí mismo, por expresar lo que se desea a otros, para
que éstos sean quienes los gobiernen; haciéndose responsable de la forma
organizativa que utilizan los miembros de la sociedad. Lo cual, nos hace notar
que en
el discurso oficial que maneja la globalización, se obedece más que nada a una
praxis de la independencia por la dependencia.
Consiguientemente, hay que
advertir la posibilidad o imposibilidad de establecer una educación alejada de
la política, ya que somos seres humanos que vivimos en conjunto, atendiendo a
un objetivo común. Así, la formación es un derecho de todos que debe ser
asegurado, pero ello, implica fundar unas condiciones favorables, en un sentido
político-económico, que respalden el buen desarrollo de ésta.
Sin embargo, hoy por hoy, la
enseñanza tal parece que ha pasado de un lugar privilegiado a uno secundario,
dando paso a la racionalidad del capital y de una inversión específica a costos
en un bienestar individual y no colectivo. Siendo atendida bajo una óptica
diferente y forzándola a modernizarse, pretendiendo hacer más con menos.
Por tanto, todo éste saber
pedagógico, que parte de un orden social y obedece a una disposición
política-económica, emana el esfuerzo de una colectividad por comprender cuál
es el sentido de la educación, y generar múltiples respuestas en torno a ello,
como: instruir o guiar, aconductar, disciplinar y formar, entre otras.
Lo cual me impulsa, un deseo
de discernir ¿Qué debe ser de la educación?, ¿Debe la educación responder a un
mandato político, o debe propiciar la formación, pensándola como algo
independiente?
5.
DESDE UN SABER PEDAGÓGICO
Constantemente, vemos que el
maestro se enfrenta ante una disyuntiva que parte del rol asignado y el saber
pedagógico, las cuales propician una formación en subjetividad; entiéndase ésta
como las percepciones basadas en el punto de vista de un sujeto, influido por
sus intereses y deseos particulares.
Es por esto, que la propuesta
más innovadora en la educación, apunta a que el maestro promueva la
construcción del conocimiento, resignificando la labor docente en una tarea de creatividad
científica, la cual vincule el saber y las tecnologías de organización.
Sin embargo, una buena
educación no depende únicamente de la implementación de un modelo pedagógico,
sino que concibe un análisis de los modelos pedagógicos ensayados; logrando
conocer cómo los componentes estructurales de la práctica pedagógica moderna se
han venido superponiendo sobre la escuela y sobre el maestro en nuestro país.
Por tanto, se hace necesario
que el maestro aborde la formación de la ética de la infancia y comprenda los
modos de castigar o disciplinar a los niños, pues los avances en las teorías
pedagógicas dejan de tener el mismo ritmo que los cambios en las técnicas
disciplinarias dentro de la escuela, los cuales arrojan como resultado: crisis
de ética y vacío de valores.
Por consiguiente, debe
existir una relación mutua entre saber y técnicas, no es de teoría a práctica.
Y -diré que el saber pedagógico, al cabo de todas estas innovaciones, orienta a
explorar zonas cada vez más íntimas de la subjetividad, como si avanzara, por
así decirlo, a saltos cualitativos, pasando por niveles teóricos y
epistemológicos- (Saldarriaga, 2003). Pues, “la
educación es una libertad, la pedagogía una forma de producir libertad, y tanto
la educación como la pedagogía han de preocuparse […] de transformar sujetos.
No producir sujetos, sino llevarlos a procesos de transformación de su propia
subjetividad”[5].
Finalmente, frente a las implicaciones que tiene la circulación del saber pedagógico
dentro del aula, “el asunto es lógico: cada vez que se abría una ventana, cada
que entraba una luz lo que se aclaraba era la inquietud, se hacía mayor, más
compleja, se volvía un problema de investigación, y por tanto cada acontecer en
el aula es objeto de observación, seguimiento, planeación y evaluación”[6].
6.
Y ¿DÓNDE QUEDA LA FAMILIA?
El constante devenir
en la sociedad y las prácticas educativas, sugiere una vez más la integración
de los padres al proceso enseñanza aprendizaje de sus hijos, que piense en la
responsabilidad de ellos en la educación de sus hijos, son los primeros
educadores de esos seres que ellos quieren tanto.
Ya que es frustrante y
decepcionante ver cómo el núcleo de la comunidad (familia), ha dejado a un lado
su papel formador, llevando el futuro de ésta (el niño) a que se defienda de la
‘selva de cemento’ en la que se les exige que sean un adulto en miniatura, comprendiendo y afrontando las necesidades y
dificultades que se presentan a su alrededor ignorando lo hermosa y significativa que es la niñez en la vida del ser humano;
por tal motivo, se ha creado un desajuste que afronta la escuela, donde, además
de formar el conocimiento de los niños, debe suplir las deficiencias de cada
mundo y microcosmos que representa el infante, influenciado por su contexto,
que a medida que pasan los años, se ve más envilecida, denigrando la moral y la
ética que permite a los hombres crecer en sus procesos formativos, algo que
parece ser de hace muchos años atrás (s. XVI y XVII) “persistió en sociedades
donde a los niños no se les llevaba a la escuela. En Inglaterra o Francia, los
niños dormían junto con los adultos, usaban la misma ropa, trabajaban en las
mismas faenas y hasta se divertían con los mismos juegos (asistían a las
fiestas y escuchaban chistes subidos)”[7].
De este modo,
mediante una educación plena se hace necesario que la familia se ocupe y
preocupe de los hijos, los forme en acciones de valores, involucre el ambiente
en el hogar, permitiendo descubrir y apoyar el proceso de formación.
[2] FREIRE Paulo.
[3] RUSKIN John.
[5]
FOUCAULT, Michel. “HERMENÉUTICA DEL SUJETO” 1994.
[6]
SANCHEZ CARDOZO Néstor Alonso. “LA
EXPERIENCIA DE INSTALACIÓN DE SABER PEDAGÓGICO EN CUATRO ESCUELAS NORMALES
SUPERIORES DEL VALLE DEL CAUCA”. Santiago de Cali, Colombia. Diciembre
2011.
[7] PLUMB. 1974. Citado por Newman y Newman en 1985.
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